Por: Jeremías Trejo González.
El sonido de las armas vuelve a resonar en Tabasco. Dos días, ocho ejecutados. La violencia, un fantasma que se niega a abandonar la entidad, se ha cobrado nuevas víctimas, dejando un rastro de dolor y desesperación.
La masacre en el bar «La Casita Azúl» en Villahermosa, un acto salvaje que ha conmocionado al estado, es un reflejo de la inseguridad que se vive en Tabasco. La violencia, que se ha extendido a todos los rincones de la entidad, ha convertido a las calles en un campo de batalla.
Los videos difundidos en redes sociales, que muestran los momentos de terror vividos por los asistentes al bar, son un testimonio de la crueldad con la que operan los criminales. La violencia, que se ha normalizado en Tabasco, ha robado la tranquilidad y la paz de los ciudadanos.
Las autoridades, incapaces de controlar la violencia, parecen impotentes ante la ola de crímenes que azota al estado. La falta de seguridad, la falta de justicia y la falta de acción por parte del gobierno han generado un clima de miedo e incertidumbre entre la población.
La situación en Tabasco es un llamado de atención para el gobierno federal. Es fundamental que se tomen medidas para combatir la violencia que se vive en el estado, que se refuercen las medidas de seguridad, que se investigue a fondo los crímenes que se han cometido y que se ponga fin a la impunidad que ha caracterizado a la política tabasqueña durante años.
Tabasco necesita un cambio real, un cambio que se traduzca en un futuro mejor para todos. La responsabilidad de este cambio está en manos del gobierno federal. Es fundamental que se actúe con determinación y que no se permita que la violencia siga imperando en el estado. Es necesario que se demuestre que Tabasco puede ser un estado donde la seguridad sea una realidad para todos y donde la paz sea la norma.