Circo, maroma y teatro. Una reforma más política que de fondo
El estilo del presidente es quitar o eliminar todo aquello que represente un obstáculo a su proyecto personal.
Sucedió con las estancias infantiles y los recortes presupuestales a diestra y siniestra, la pretensión de someter a los organismos autónomos y con mucha más razón reformar la Suprema Corte de Justicia de la Nación y todo el Poder Judicial, en repuesta a la negativa de aprobar las reformas constitucionales en materia de energía y laborales, por mencionar algunas.
Lanzó toda una campaña en la que exhibió la corrupción e inoperancia del Poder Judicial y la dirigió hacia el proceso electoral para ganar las elecciones y tener la mayoría en el Congreso. Y lo logro para sorpresa de todos.
No cabe duda, el presidente es más hábil que un zorro. Pese a los paros de labores de trabajadores del Poder Judicial, de jueces y magistrados, la reforma va y para demostrar su habilidad pidió que no se sancionen ni descuenten salarios a los paristas.
Vaya que AMLO es hábil y magnánimo, pero le lanzó la bolita a Claudia Sheinbaum y ella le dirigió una recta señalando que “estamos en un país de leyes y se les aplicará sin recato”, para simular la independencia de la sucesión presidencial, aunque en la realidad es puro show.
Lo cierto son las patadas de ahogado de la presidenta de la SCJN, Norma Piña, ante la exhibición de AMLO por el congelamiento de la resolución del proceso del cobro de impuestos al dueño de Elektra, Ricardo Salinas Pliego.
Obvio, en la SCJN sólo pasó una resolución, la de 1,431 millones de pesos del 2008, las demás están pendientes y suman más de 46 mil millones de pesos.
En fin, más espectáculo, lo mismo la postura de EU y Canadá que están en contra de las reformas porque, según ellos resta la democracia.
Pero todo ese show por las reformas judiciales es más atole rebajado con el dedo porque busca controlar a la Suprema Corte de Justicia y dirigir políticamente al Poder Judicial.
Como diría mi abuela, quitarle la nata a la leche. Y no quiere decir que estemos en contra de la reforma, al contrario es necesaria pero atacando el verdadero problema que es la corrupción y la impartición de justicia implementando leyes que favorezcan el desarrollo y disminuyan la desigualdad social.
Hoy si bien hay una transformación ésta no ha llegado en la magnitud que se requiere y hacia donde debe de ir, si bien 5 millones de pobres viven mejor gracias a los apoyos sociales, siguen más de 60 millones de mexicanos en pobreza y son el 50% de los niños los que están en este estatus.
Fueron más cambios políticos que los resultados económicos, prueba de ello es que
los banqueros y grandes empresarios tuvieron mayores ganancias y la clase media retrocedió, y lo peor, no hay una política que se dirija al desarrollo económica. El choro de un crecimiento o desarrollo compartido es un mito sin bases, es más asistencialismo.
Hoy las cadenas son el narcotráfico, la corrupción y la incapacidad de hacer estrategias de desarrollo reales. Es urgente eliminar a la clase política oportunista por verdaderos mexicanos honestos, con experiencia y capacidad.
Es necesario que lleguen al gobierno verdaderos luchadores sociales apoyados por el pueblo.
Hoy se requiere la participación diaria del pueblo de México.